Tras lo acontecido durante la Segunda Guerra Mundial, Alemania se dividió en dos —la Alemania Oriental y la Alemania Occidental— durante casi 40 años. Pero en mayo de 1989, Hungría retiró la valla fronteriza que la separaba de Austria, lo que abrió un agujero en el telón de acero, la frontera imaginaria (y física) que dividía la Europa occidental de los países del Pacto de Varsovia. Miles de alemanes del este aprovecharon la coyuntura para abandonar sus hogares y huir al oeste.
A raíz de este éxodo ingente y las revueltas que surgieron en los países colindantes, como Polonia, en Alemania Oriental comenzaron crecer las protestas de ciudadanos que querían que las cosas cambiaran. En noviembre del mismo año, incluso el muro de Berlín, quizá el símbolo más significativo de la Alemania dividida, empezó a desmoronarse.
Imagen: Bundesarchiv, Bild 183-1990-1003-400/Peer Grimm/CC-BY-SA 3.0
Estos sucesos, sumados a una imparable búsqueda de libertad, desembocaron en las primeras elecciones libres de la República Democrática Alemana en marzo de 1990. El futuro estaba en marcha, y las negociaciones entre Alemania Occidental y Alemania Oriental resultaron en una promesa de unificación. Fue un asunto complejo, pero Alemania se unificó oficialmente el 3 de octubre de 1990. A día de hoy, ese día sigue siendo una fiesta nacional alemana.