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Centenario de los carros de combate: los acorazados terrestres cobran vida

Historia
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El famoso escritor británico H. G. Wells hablaba de sus máquinas de guerra como si fueran «barcos», así que no es de extrañar que sus homólogos reales fueran diseñados dentro de un proyecto de la Armada. De este modo, el 20 de febrero de 1915, el Almirantazgo británico creó el Landship Committee (Comité de los buques terrestres). Sus miembros, ingenieros militares y oficiales de la Armada, eran auténticos maestros en sus trabajos. Sin embargo, la complejidad de la tarea resultó ser inigualable e incluso estos expertos tenían dudas sobre el aspecto que debería tener un acorazado terrestre.

Pese a todo, cuando llegó la primera reunión del Comité, ya se habían preparado varios proyectos para esta nueva y devastadora arma. Su aspecto era de lo más extraño.

El triciclo mastodóntico de Thomas Hetherington

Thomas Hetherington, comandante de escuadrilla del Real Servicio Aéreo Naval (RNAS), fue uno de los primeros en presentar sus diseños. Este objeto, que se parecía a un barco sobre unas ruedas enormes (Hetherington había desechado la idea de utilizar orugas), estaba listo para salir a rodar, desde los planos y hasta la fundición del metal.

Los ingenieros del Landship Committee no tenían ningún marco de referencia para llevar a cabo su tarea, lo que resultó en la creación de unas cuantas monstruosidades en el camino hacia la construcción de un auténtico carro de combate.

Las dimensiones propuestas para esta máquina de guerra eran asombrosas: 14 metros de alto y el doble de largo. El inventor pensaba que esta enorme bestia garantizaría una fantástica capacidad todoterreno. El vehículo no tendría problema en derribar muros de más de seis metros para abrirse camino o en atravesar obstáculos acuáticos de hasta cuatro metros y medio. El peso previsto del «buque» de Hetherington era de 300 toneladas. Este diseño descomunal debería estar alimentado por un motor diésel de 800 CV.

Su armamento no era menos impresionante que su tamaño: seis cañones navales de 102 mm montados en tres torretas, y una docena de ametralladoras contra infantería.

Los dibujos del comandante de escuadrilla eran auténticas obras de arte. La superestructura que cubría los motores, la timonera y el timón, la torre de comunicación... Todo había sido diseñado con gran atención al detalle. Hasta los escalones de la escala de cuerda estaban meticulosamente dibujados. Se trataba de un hermoso proyecto artístico.

Por desgracia, arte e ingeniería no van siempre de la mano. Hetherington cometió un error de 700 toneladas al calcular la masa del vehículo, ignorando la «minúscula» potencia del motor correspondiente a dicha masa, además, prácticamente ignoró la protección de la tripulación. La enorme chimenea aumentó la ya de por si gigantesca silueta del acorazado terrestre, convirtiéndolo en un blanco fácil para la artillería enemiga. Su capacidad de supervivencia bajo fuego intenso era dudosa. Así que no hace falta decir que el proyecto se descartó, junto a los demás proyectos de proporciones similares.

Sin embargo, uno de estos «dinosaurios» tuvo suerte. Sus inventores lucharon para darle vida durante varios años, en los que el gigante sufrió muchos cambios. De forma sorprendente, hasta llegó a construirse.

Las tribulaciones de Sueter-Diplock

En marzo de 1915 el Landship Committee lanzó el diseño de un nuevo vehículo con la ayuda del vicealmirante Murray Sueter y el ingeniero Bramah Diplock (cuya «rueda Pedrail» mencionaba H. G. Wells en el relato corto Los acorazados terrestres). Para entonces, Diplock ya se había enriquecido gracias a la creación de la Compañía de Transporte Pedrail. Él era el responsable de los aspectos técnicos del proyecto. Por su parte, Sueter era el analista y el cerebro del mismo.

El diseño de Sueter-Diplock era extremadamente realista en comparación con otros diseños de buques terrestres, lo que llevó a la fabricación de un prototipo. El único obstáculo para su producción de masa fue la llegada de los auténticos tanques, que acabaron convirtiéndose en los reyes de los campos de batalla.

La maquina de Sueter-Diplock consistía en un casco blindado, montado sobre dos plataformas Pedrail. Cada una de ellas tenía un motor simple de gasolina. Las plataformas solo podían rotar en relación con la otra, lo que daba al vehículo un grado de maniobrabilidad limitado. Las dimensiones de este «ciempiés» eran modestas comparadas a las del proyecto de Hetherington: 11 metros de largo y 4 de ancho. El vehículo podía acoger a ocho tripulantes y a cerca de una docena de marineros. No tenía armas propias.

El Comité decidió que este proyecto no solo era interesante, ¡sino que se podía construir! El Primer lord del Almirantazgo, Winston Churchill, aprobó personalmente la orden de construcción para una docena de máquinas Sueter-Diplock. Los inventores se lanzaron a la mejora de su «buque». Añadieron lanzagranadas, un mecanismo de consolidación, un cortador automático de alambre de espinos... La complejidad del proyecto aumentaba cada día.

Entonces, se les unió otro entusiasta, también miembro del Comité: el coronel Rookes Crompton. Este aguerrido militar, que ya había tomado parte en múltiples combates, estaba familiarizado con la ingeniería: la instalación de luz eléctrica en el Castillo de Windsor, la construcción de líneas de ferrocarril en India e incluso (como proyecto paralelo) la invención del hervidor eléctrico.

Crompton expresó un gran interés en la idea de una máquina de guerra blindada. Sin embargo, él pensaba crear dos cascos separados para cada una de las plataformas en lugar de uno solo, y sustituir la «rueda Pedrail» de Diplock por una cadena con orugas (debido a su mayor maniobrabilidad y resistencia). Mientras que los tres inventores discutían los detalles, el vehículo se envió a producción sin los cambios. Pero sus tribulaciones no habían acabado.

Al llegar el verano, el Ministerio de Defensa británico descartó la idea de construir vehículos de cadenas para transporte de personal que no llevasen armas en favor de otros vehículos armados. La creación de Sueter-Diplock estaba en peligro, así que los inventores se lanzaron a la mejora e innovación del proyecto con nuevas fuerzas. Ya habían preparado varias proposiciones para la introducción de artillería cuando Crompton volvió a intervenir. Propuso que cada plataforma se equipase con torretas giratorias de 360º. El «vástago» de Sueter y Diplock volvió a sufrir cambios. El proyecto parecía casi completo, cuando tuvieron lugar dos acontecimientos. Primero, el Ministerio disminuyó el pedido a un solo prototipo. Después, el «Mark I» de Sir Ernest Swinton hizo su entrada triunfante. A los inventores no les quedaba nada.

Al final, Diplock y Sueter lograron asegurar los fondos necesarios para completar su prototipo. Sin embargo, pese al buen rendimiento que obtuvo en sus pruebas, el vehículo de transporte blindado no logró atraer bastantes inversiones para que se lanzase su producción en masa. El prototipo de Sueter-Diplock fue abandonado a su suerte en Bovington, hasta su desmantelamiento y desguace en 1923.

Aunque en su momento, el coronel Crompton no fue más que una molestia para el dúo de inventores, fue quién propuso las innovaciones más cruciales: las orugas y las torretas giratorias. Además, el imparable coronel engendró su propia cornucopia de diseños.

Fuentes:

 

  • Fedoseev S. L. Tanks of World War I. M., 2012.
  • Fletcher D. The British Tanks 1915-19. Ramsbury, 2001.
  • Travers T. The Killing Ground: The British Army, the Western Front and the Emergence of the Modern Warfare 1900-1918. Barnsley, 1987.
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