El final de «Waffenträger: Legado»

«Papi, ¿dónde estás?».

Extracto del diario personal de Ermelinda Jung.

Por fin. Todo vuelve a estar en su sitio, tal y como hace unos días. Pese a ello, el viento no ha sido capaz de llevarse aún el molesto tufo a neumáticos calcinados. Volvemos al principio y hemos ganado algo de tiempo para prepararnos para otra invasión absurda. En caso de haberla, claro... La situación es complicada. Por un lado, tenemos la Alianza, con su ansioso anhelo de «resolver» un problema que ellos mismos crearon. Por el otro, está mi padre, que, haciendo acopio de paciencia, se ha visto obligado a responder a las hostilidades una y otra vez.

Pero no pudo estar presente en esta batalla, y dudo que fuera algo fortuito... Alguien como él, que planifica sus movimientos con la antelación propia de un jugador de ajedrez, sin duda sabría que se avecinaba una ofensiva enemiga. En cualquier caso, dudo que la Alianza supiera que no estaba, a menos que sus secuaces tuvieran algo que ver. A la vista del ridículo intento de asaltar nuestras fortificaciones de nuevo, me niego a pensar que sean capaces de algo así.

En cualquier caso, si mi padre hubiera sabido que iban a venir y me hubiera dejado sola defendiendo el territorio, ¿por qué haría algo así? ¿Para ponerme a prueba? ¿Por qué? ¿Para comprobar que su sustituta estaba a la altura? Nunca le he dado motivos para desconfiar de mis cualidades, y papi nunca me habría dejado con tanto trabajo que hacer. No, no. No puede ser eso. Les planté cara a los Sabuesos con mucha clase, como es lógico. Hemos estado mejorando nuestros sistemas defensivos día y noche, recabando información, generando algoritmos y desarrollando métodos de contraataque. La victoria era el único resultado posible, y, sin embargo, Villanelle (por fin me aprendo su nombre) decidió plantarnos cara. Hasta donde yo sé, es la única oficial de la Alianza que podría hacer que mi padre se sentara a hablar. En persona. Cara a cara. Así que es imposible que supieran que él no estaba.

Por suerte, nadie leerá nunca mi diario. Por nada del mundo querría que la gente supiera lo inferiores que son mis capacidades analíticas comparadas con mi talento técnico. Las probabilidades juegan a mi favor. Aunque los Sabuesos vuelvan, no lo harán de inmediato. Tengo cosas más importantes de las que preocuparme: mi padre sigue sin aparecer... Si esto fuera una prueba, ya podría haberme regañado por el destrozo que he hecho (subrayado, con una nota al margen: «Convertir uno de los pelotones de Centinelas en un ARV») y felicitado por mi destreza.

¿Dónde estás? La Alianza me considera una enemiga de armas tomar, y con razón, pero tú eres el único que sabe lo duro que me resulta estar sola. Sin tu respaldo... Sin tus «¿qué hacen esas llaves inglesas esparcidas por el garaje?»... No soy una guerrera, nunca me criaste para serlo. Sin embargo, cuando echo la vista atrás y pienso en la furia que se apoderó de mí cuando destruí a esos asaltantes que pretendían invadir mi... NUESTRA casa, siento que hay dos personas totalmente diferentes dentro de mí. Y no sé cuál de esas Ermelindas prefieres en tu equipo.

Hacía mucho tiempo que no me dejaba llevar así. Eso se debe a que lo peor que puede hacer alguien es perder el control de la situación. Y me temo que eso he hecho. Todo se debe a los demonios internos que me han estado asaltando los últimos días.

Céntrate. Ya basta de distracciones. Debería cambiar el chip y disfrutar del momento. Al fin y al cabo, mis amiguitos metálicos siguen machacando a la Alianza, y, sin embargo, parece como si me hubiera olvidado de disfrutar del sabor de... ¿la venganza? Haré que te sientas orgulloso, papi, te lo prometo. Solo te pido que vuelvas pronto.

¡Café! Necesito otra taza.

Debatir en Discord

Cerrar