Checoslovaquia estuvo ocupada por Alemania durante seis años, durante los que la potente industria militar del país tuvo que someterse a las necesidades del Tercer Reich. Tras la derrota de Alemania, los checoslovacos heredaron gran parte de su pericia constructora, junto a una gran cantidad de documentación técnica (tanto de los alemanes como de proyectos propios desarrollados durante la ocupación), lo que influyó en la posterior fabricación de vehículos.
Durante la primera y turbulenta década de posguerra, Checoslovaquia intentó recuperar su fama como potencia fabricante de carros de combate. Por razones políticas y económicas, la mayoría de proyectos de aquella época no llegaron a la fase de prototipo, ni mucho menos a la de producción en masa. Además, como es lógico, los ingenieros checoslovacos jugaban con los principios del diseño soviético. Sin embargo, decir que lo copiaron no sería del todo acertado: aunque Checoslovaquia se inspiró en las escuelas de fabricación alemana, soviética y también británica (hasta cierto punto), sus creaciones de posguerra dieron lugar a sus propios diseños diferenciados de carros de combate.